La política de protección social en América Latina choca constantemente con la omnipresencia, flexibilidad y persistencia del trabajo informal en toda la región. Esto restringe los recursos de los sistemas financiados mediante cotizaciones sociales y obstaculiza la instauración de criterios de disfrute de los derechos adquiridos que sean incluyentes, pero limiten los abusos. Ambos escollos merman la cobertura y han creado carencias que no sólo afectan a la población desfavorecida. En la mayoría de los países de la región, los sistemas contributivos no logra llegar ni siquiera a la mitad de los trabajadores de los estratos medios.

Sin embargo, las dificultades no significan que sea imposible diseñar sistemas que proporcionen una adecuada protección. En los últimos decenios, se han redoblado esfuerzos en América Latina para reformar los sistemas de protección social con el doble objetivo de garantizar su sostenibilidad económica y ampliar la cobertura. Por lo general, estas reformas reconocen que las prestaciones por vejez, por asistencia sanitaria o por desempleo poseen características y prioridades diferentes. Por ello, han tendido a separar elementos antes reunidos. Y así, los sistemas de asistencia sanitaria se han reformado con vistas a proporcionar un seguro universal en función de un conjunto de criterios de idoneidad predeterminados. Los sistemas de pensiones, por su parte, se han transformado teniendo en mente la sostenibilidad económica y los incentivos, en algunos casos complementados con pensiones sociales para aliviar la pobreza en la vejez.

El detallado análisis de cuatro países llevado a cabo en este capítulo ha demostrado que, en América Latina, los estratos medios son ampliamente informales. Por lo tanto, para una significativa parte de los estratos medios, el seguro social tendrá que lograrse por vías diferentes, que no supongan establecer un vínculo con el empleo formal; de hecho, algunas reformas han abierto ya la protección social a los trabajadores informales. Sin embargo, la participación de los trabajadores informales en los sistemas de seguro social sigue dependiendo en buena de sus ingresos.

La asistencia social suele considerarse sólo en términos de pobreza, y el respaldo económico que brinda y la atención sanitaria que proporciona están diseñados para paliar la pobreza y preservar el capital humano. Pero la ignorada e insuficiente cobertura de los estratos medios plantea un serio desafío a los sistemas de protección social tradicionales. Abandonados a los mercados –a menudo incompletos–, los individuos tienen más probabilidades de infra-asegurarse o asegurarse ineficazmente, por no decir de no asegurarse en absoluto. Sin embargo, los estratos medios combinan a un tiempo capacidad de ahorro y demanda potencial de protección social –como se ha visto, bastaría tan sólo un revés relativamente pequeño para que la mayoría de los integrantes de este grupo volviese a engrosar el número de los desfavorecidos–. Por eso, dado además el espacio fiscal particularmente acotado de América Latina, alentar a los estratos medios informales a incorporarse a los regímenes de protección social contributivos será vital para movilizar sus ahorros en pro del seguro social y para crear sistemas sociales de gestión del riesgo más justos y eficaces.