Numerosos analistas han hecho hincapié en la importancia del papel de los estratos medios para el funcionamiento del sistema democrático y la cohesión social. Desde mediados de los años 1980, América Latina ha ido tornándose cada vez más democrática, según la clasificación Polity IV, un vasto conjunto de datos utilizado en la investigación en ciencias políticas (gráfica 4.1).2 De los 23 países latinoamericanos y caribeños incluidos en esta base de datos, 18 figuraban como democracias en 2008, y sólo Cuba como autocracia, mientras que en 1980 se registraban ocho autocracias y sólo siete democracias. De principios de los años 1990 a mediados de esa misma década, la extensión de la democratización vino acompañada de un deterioro de la calidad media de la democracia, un reflejo de la naturaleza relativamente imperfecta de los nuevos regímenes. Desde entonces, se ha registrado una consolidación democrática prácticamente regular en toda la región.3 Como es habitual, existen con todo notables diferencias entre los diversos países, desde las democracias consolidadas como Chile, Costa Rica y Uruguay (con una puntuación Polity de 10, la misma que la mayoría de los países de la OCDE) a países como Ecuador y Venezuela, en los que la consolidación democrática está considerablemente menos afianzada.

Gráfica 4.1. Consolidación democrática en América Latina

Gráfica 4.1. Consolidación democrática en América Latina

La consolidación democrática se asocia a menudo a un aumento de la demanda de gasto público, ya que segmentos de la población que anteriormente se hallaban excluidos del proceso de decisión comienzan a ejercer sus derechos civiles; en este sentido, la transición de Brasil hacia la democracia es emblemática, ya que se acompañó de un sustancial incremento del gasto público para cumplir con las obligaciones del nuevo Estado contempladas en la Constitución del país de 1988 (gráfica 4.2). En este contexto, se erigen importantes retos de desarrollo, ya que, si el Estado no reúne los suficientes recursos económicos para poder responder a las legítimas demandas de sus votantes, sus únicas opciones son bien satisfacer esas demandas a costa de políticas macroeconómicas insostenibles, bien dejarlas insatisfechas y mermar así el sistema democrático.4

Para examinar cómo está solventando América Latina este dilema, pueden observarse dos indicadores clave de las percepciones públicas: el apoyo a la idea de que la democracia es el mejor sistema político, y la satisfacción con la forma real de funcionamiento de la democracia en los países de la región (gráfica 4.3). El panorama que se desprende de estos indicadores es la preferencia por la democracia en principio, pero con escasa satisfacción con el funcionamiento de ésta. Con la única salvedad de Uruguay (donde más del 70% de la población se muestra satisfecha), la mayoría de la población del resto de los países de la región se muestra insatisfecha con el funcionamento de la democracia en su país.

Esto no refleja la desilusión por la democracia en sí, para la cual el respaldo es mucho más fuerte en la mayor parte de los países. En Venezuela, República Dominicana, Uruguay, Paraguay y Guatemala, más del 70% de la población secunda la democracia. En un segundo grupo, que comprende a Nicaragua, Chile, Honduras, Argentina y Perú, aunque el apoyo es menor, la democracia goza claramente del acuerdo de la mayoría. En el último grupo, conformado por Bolivia, Colombia, México, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Brasil y El Salvador, la democracia cuenta apenas con el respaldo del 50% de la población (obsérvese que en este grupo figuran los dos países de la región con mayor población, Brasil y México). La democracia dista mucho de haberse granjeado el apoyo incondicional o de haber consolidado la satisfacción en la región.

Gráfica 4.2. Transición democrática en Brasil y consumo de gobierno (porcentaje del PIB)

Gráfica 4.2. Transición democrática en Brasil y consumo de gobierno (porcentaje del PIB)

Gráfica 4.3. Satisfacción con la democracia y apoyo al sistema democrático por países (porcentaje de los encuestados, 2008)

Gráfica 4.3. Satisfacción con la democracia y apoyo al sistema democrático por países (porcentaje de los encuestados, 2008)

¿Qué papel corresponde a los estratos medios latinoamericanos en estos resultados? Los datos disponibles permiten realizar análisis entre quintiles de ingresos subjetivos (gráfica 4.4).5 La satisfacción con la democracia crece paulatinamente con el estatus económico subjetivo. Una persona que considera pertenecer al quintil más alto tiene casi el doble de probabilidades de sentirse satisfecha con la forma en que funciona el sistema democrático en su país que una que se autoincluya en el primer quintil (un 57% de satisfacción frente a un 31%).6 Sin embargo, el apoyo a la democracia es más matizado; los que se autodefinen como pertenecientes a los estratos medios son los que más valoran la democracia.

Gráfica 4.4. Actitudes hacia la democracia por quintiles de ingresos subjetivos en América Latina (porcentaje de los encuestados, 2008)

Gráfica 4.4. Actitudes hacia la democracia por quintiles de ingresos subjetivos en América Latina (porcentaje de los encuestados, 2008)

El posicionamiento político puede analizarse asimismo según el lugar en que se sitúan las personas en una escala izquierda-derecha (gráfica 4.5). Estas posiciones se utilizan a menudo como una medida aproximada de la demanda de redistribución, donde la izquierda se asocia a más redistribución, y la derecha, a puntos de vista económicamente más liberales.7 De este análisis, se desprenden dos interesantes resultados. En primer lugar, quienes se consideran a sí mismos como integrantes de los estratos medios (del segundo al cuarto quintil) tienden a posicionarse igualmente en el centro de la distribución de las preferencias políticas. Por ejemplo, más del 54% de este grupo se decanta por las opciones 4 a 6 (el centro político); las cifras equivalentes para las personas desfavorecidas y acomodadas son del 41% y del 28%, respectivamente. En segundo lugar, la proporción de los estratos medios que se sitúa a sí misma en los extremos (ya sea a izquierda o derecha) es menor que en el caso de los otros dos grupos sociales, lo que se refleja también en una menor dispersión de las preferencias políticas en los estratos medios que en las otras dos categorías sociales.8

Gráfica 4.5. Distribución de las preferencias políticas por quintiles de ingresos subjetivos (porcentaje de los encuestados, 2008)

Gráfica 4.5. Distribución de las preferencias políticas por quintiles de ingresos subjetivos (porcentaje de los encuestados, 2008)

En definitiva, los datos muestran que los estratos medios latinoamericanos apoyan en principio la democracia y tienen una opinión política más bien moderada, pero siguen insatisfechos con el funcionamiento de este sistema político en la práctica. ¿Se refleja esta insatisfacción en su visión de la tributación y de los servicios públicos? La gráfica 4.6 resume los principales hallazgos al respecto. Claramente, los estratos medios poseen mayor "moral tributaria": los integrantes de este grupo son más proclives que otros grupos de la sociedad a considerar que los ciudadanos deberían pagar impuestos, y menos propensos a considerar que los impuestos son demasiado elevados o a justificar la evasión fiscal. Sin embargo, se muestran también menos satisfechos que los acomodados con la provisión de los servicios públicos (en la gráfica, servicios de salud).9 En resumen, los miembros de los estratos medios tienen una relación de "clientes insatisfechos" con el Estado: aunque respaldan relativamente la tributación, no están contentos con los servicios que reciben por ella.

Gráfica 4.6. Estratos medios, tributación y satisfacción con los servicios públicos

Gráfica 4.6. Estratos medios, tributación y satisfacción con los servicios públicos