En la última década se ha registrado un nuevo impulso a la agenda para la innovación en América Latina. Después de la década de los noventa, en que los países de la región privilegiaban los modelos de crecimiento basados solo en la estabilidad macroeconómica y en el control de la inflación, la innovación y el desarrollo productivo han recobrado su lugar prioritario en las estrategias de desarrollo. La innovación es un proceso sistémico que deriva de interacciones voluntarias e involuntarias entre actores que operan bajo esquemas e incentivos diferentes. Por ejemplo, las empresas responden a estrategias competitivas y de mercado, mientras que las universidades, centros de investigación y laboratorios actúan sobre la base de criterios distintos, no necesariamente volcados a la aplicación industrial de los avances del conocimiento1. Las empresas, junto con las instituciones y los mecanismos de incentivos, las reglamentaciones y las infraestructuras disponibles, son los factores determinantes de la calidad e intensidad de las relaciones entre los actores de los sistemas nacionales de innovación. La región necesita estimular el fortalecimiento de los sistemas nacionales de innovación que, en su mayoría, están en una fase incipiente de desarrollo, caracterizada a menudo por la existencia de islas de excelencia tecnológica en contextos de muy baja productividad y escaso desarrollo empresarial. Es fundamental estimular las capacidades científicas y tecnológicas endógenas, incrementar la habilidad de transformar estos avances en oportunidades de negocio orientadas a la competitividad y generar empleos de calidad tanto para atender a las demandas domésticas como al mercado internacional. Los avances y desafíos que tienen en la actualidad los países de América Latina en materia de innovación y desarrollo productivo pueden resumirse en siete asuntos principales:

  • La brecha en productividad respecto de los países desarrollados es un problema persistente y la región necesita elevar su inversión para lograr cerrarla. Por ejemplo, al comparar la dinámica de la productividad del sector manufacturero de América Latina con la de Estados Unidos se comprueba que la brecha con la frontera tecnológica no solo no se cierra, sino que en los últimos años se amplía2. Esto es atribuible a que, por un lado, la productividad laboral en la región ha crecido a una tasa del 2% anual entre 2003 y 2007 y, por el otro, a que en Estados Unidos la tasa de crecimiento de la productividad ha aumentado desde un 3% a un 5% anual a partir de mediados de los años noventa, sobre todo por los cambios y la modernización en los procesos de producción, debido a la creciente incorporación de tecnologías de la información y comunicación en la gestión empresarial3.
  • La capacidad de un país de cerrar la brecha en productividad depende de la especialización productiva y del patrón de inserción que tenga en los mercados mundiales 4. El rezago de América Latina se aprecia tanto a nivel cuantitativo —dada la brecha de productividad—, como a nivel cualitativo debido a la alta especialización sectorial en actividades intensivas en recursos naturales (Gráfico 6.1). El bajo crecimiento de la productividad se asocia a la ausencia de un cambio estructural sustantivo. En la región, los sectores intensivos en recursos naturales siguen representando el 60% del valor agregado manufacturero total, mientras que en los Estados Unidos se registra un fuerte incremento de los sectores intensivos en conocimiento, que han llegado a representar el 60% del valor agregado total de la manufactura, lo que transformó la composición sectorial de la industria. Debido a este cambio, este país prácticamente duplicó su productividad laboral entre 1990 y 20075.

Gráfico 6.1

América Latina y Estados Unidos: especializaciónproductiva y productividad laboral, 1990-2007

(En porcentajes)
  • Los bienes primarios y las manufacturas basadas en recursos naturales representan más del 50% de las exportaciones de la región6, por lo que aparece como prioritaria su diversificación y, por ende, de la estructura productiva. En los últimos años se ha producido un proceso de “commoditización” de las exportaciones, principalmente derivado del incremento de la demanda de bienes primarios relacionada con sus altos precios. La estructura exportadora de América Latina contrasta con la de muchos de los países de la OCDE que se caracterizan por la diversificación de sus productos y la concentración en manufacturas de tecnología alta y media. Dentro de la región se identifican fundamentalmente tres grupos de países: los del Cono Sur, concentrados en bienes primarios y manufacturas basadas en recursos naturales; los de Centroamérica, especializados en la exportación de manufacturas de mediana y baja tecnología derivadas de la industria manufacturera de exportación, y un grupo conformado por Costa Rica, Brasil y México, que presentan el mayor grado de diversificación regional en las exportaciones incluyendo manufacturas de mediana y alta tecnología.
  • Hay un desfase entre la oferta y la demanda de recursos humanos calificados para la innovación. Se necesita tanto incrementar la calidad y la cantidad de recursos humanos para la innovación, como crear incentivos para la absorción laboral. Este desafío es crucial para todos los países de la región. Por ejemplo, Argentina y Uruguay se caracterizan por tener un alto nivel de formación y necesitan avanzar hacia una coordinación entre las políticas educativas y las de desarrollo productivo para mejorar la competitividad del sector productivo; en Brasil se apunta hacia un fortalecimiento de la intensidad tecnológica de su matriz productiva, mientras que los países más pequeños sufren un proceso intensivo de “fuga de cerebros” y necesitan atraer capital humano cualificado.
  • América Latina invierte en investigación y desarrollo (I+D) un porcentaje del producto que es menos de la cuarta parte de la proporción que destinan los países de la OCDE. La intensidad de la inversión en I+D en relación al producto interno bruto (PIB) ha pasado desde 0,5% en 2004 a 0,6% en 2008, un porcentaje bastante inferior que se registra en los países de la OCDE (2,2% y 2,3%, entre los mismos años). La heterogeneidad de la inversión en I+D que realizan los países de la región se ha ampliado en los últimos años, ya que, por ejemplo, mientras que en los países de Centroamérica dicho indicador se ha mantenido en valores en torno al 0,1% del PIB, en Brasil ha aumentado sustancialmente y hoy es equivalente a un 1,2% del PIB.

Gráfico 6.2

América Latina y el Caribe y la OCDE (paísesseleccionados): inversión en investigación y desarrollo comoproporción del PIB, 2004-2008

(En porcentajes)
  • El sector privado invierte poco en innovación y en I+D. A diferencia de lo observado en los países desarrollados, en las economías latinoamericanas hay un escaso esfuerzo del sector productivo en materia de innovación (Gráfico 6.3). No podrá cerrarse la brecha en I+D sin un incremento sustancial de la inversión privada junto con un creciente y mejor apoyo por parte del sector público. Por esta razón resulta fundamental avanzar en el diseño de incentivos y políticas públicas que estimulen la inversión en actividades de innovación por parte del sector privado. Esto requiere una coordinación entre políticas tecnológicas y de innovación y las políticas de desarrollo productivo.

Gráfico 6.3

América Latina y el Caribe, otros países emergentes y laOCDE: inversión en investigación y desarrollo como porcentaje delPIB y esfuerzo privado, 2007 o último año disponible

(En porcentajes)

Por su parte, el perfil innovador de las empresas en la región es heterogéneo. Existen diferencias profundas en el comportamiento innovador en función del tamaño de las empresas. Las pymes enfrentan mayores barreras a la innovación que las grandes empresas. De acuerdo a las encuestas nacionales de innovación, las firmas más pequeñas experimentan una serie de inconvenientes, como el acceso a los mercados de créditos, menor posibilidad de diversificar riesgos, problemas de escala y barreras a las exportaciones, que reducen sus posibilidades de invertir en actividades de innovación8. Para dinamizar la innovación en las pymes se requieren políticas públicas que eliminen o reduzcan los cuellos de botellas que estas enfrentan.

Las firmas en la región concentran sus actividades científicas y tecnológicas en la adquisición de maquinarias y equipos, con excepción de las empresas brasileñas que invierten relativamente más en I+D. Es evidente el contraste con los países de la OCDE, donde el sector empresarial dedica un alto porcentaje de sus ventas a ampliar el acervo de conocimientos y formular nuevas aplicaciones (Gráfico 6.4). Esto explica el bajo grado de articulación de los sistemas de innovación en la región. Las encuestas de innovación reflejan que las empresas en América Latina tienen un nivel bajo de cooperación, en especial con los institutos de investigación científica y tecnológica. En México solo el 4,5% de las firmas innovadora colabora con los institutos en proyectos de I+D, y en los países donde esta propensión es mayor, como Argentina y Uruguay, el porcentaje no supera el 12%7. Esto se deriva principalmente de la especialización sectorial (con la mayoría de empresas en sectores de baja intensidad de conocimiento) y de la falta de cultura e incentivos para una mayor colaboración entre los institutos de investigación y el sector privado. El acceso a los mercados también es un factor importante entre los incentivos a la innovación; la existencia de programas de desarrollo empresarial que apoyen las exportaciones de empresas innovadoras es igualmente fundamental en la generación de un entorno que favorezca la inversión en innovación por parte del sector privado.

Gráfico 6.4

Países de la región y de la ocde: inversión enactividades de innovación en el sector manufacturero respectode las ventas, 2010

(En porcentajes)
  • El patentamiento en la región es escaso, pero creciente. Sin embargo, los no residentes patentan más que los residentes en América Latina. Los países de la región han incrementado el número de patentes solicitadas en las oficinas de patentes internacionales, pero están lejos de alcanzar el ritmo de los países asiáticos. Por ejemplo, mientras que en 1995 los países de América Latina y el Caribe registraron 196 patentes en la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO ), los países asiáticos, sin Japón, registraban paralelamente un total de 3.545; en 2009 la región asiática tiene 20.036, en tanto América Latina y el Caribe alcanza 290 patentes. Al mismo tiempo, las oficinas de patentes en los países de la región se han modernizado y mejoran en su oferta de servicios y procedimientos. No obstante, son los no residentes quienes más solicitan y obtienen patentes en estas9. Para avanzar en el diseño de sistemas de gestión de la propiedad intelectual alineados con las estrategias de innovación y desarrollo empresarial en los países de la región resulta necesario apoyar la innovación. Este breve panorama refleja una región que en su conjunto enfrenta grandes retos para alcanzar los niveles de competencias y capacidades necesarias para insertarse exitosamente en la economía global del conocimiento. Se observan avances importantes aunque circunscritos a ciertos sectores, territorios o grupos de empresas. Al mismo tiempo, los cambios en los mercados mundiales y los nuevos paradigmas —como tecnologías de la información y comunicación (TIC), biotecnología, nanotecnología y nuevos materiales— reconfiguran el espacio de la innovación e incrementan la complejidad y las formas de innovar. Estos nuevos paradigmas requieren de inversiones cuantiosas en materia de investigación y desarrollo y en actividades complementarias (servicios tecnológicos y empresariales, capacitación, infraestructura y desarrollo empresarial, entre otros). El diálogo entre empresas, universidades, sociedad civil y agencias del sector público es fundamental para diseñar mejores instrumentos y sumar recursos financieros con el fin de incrementar el impacto de la acción pública. El escenario descrito supone grandes desafíos para el Estado y plantea la necesidad de una evolución en las políticas públicas y en las capacidades institucionales para apoyar la innovación. Además, se suman las expectativas de impactos en el corto y mediano plazo de las políticas de innovación sobre la competitividad en los mercados mundiales y la generación de empleo. Todo esto crea una presión adicional para priorizar la innovación en los programas de gobierno y también en los presupuestos asignados a la innovación, tanto por parte del sector público como del privado. Las restricciones presupuestarias y la incertidumbre en relación a la dinámica de los mercados internacionales imponen la urgencia de políticas públicas gestionadas de manera más eficaz, para responder a un contexto en constante transformación. El logro de mayor transparencia, eficacia y efectividad en las acciones de política pública precisa de un apoyo al aprendizaje institucional en el diseño y ejecución de estas, así como de inversión en mejores capacidades institucionales y nuevas formas de gobernanza para facilitar su coordinación.